Reseña sobre el horizonte cultural en "La Invención de América"

 Por: Rodrigo Espinosa


¿América fue descubierta? Si se analiza a profundidad, no, puesto que es un anacronismo. ¿América fue saqueada? Es debatible, porque es recurrir al eterno debate político, económico y cultural entre historiadores: si el actual continente americano fue colonia o una extensión de frontera (virreinato). Entonces, ¿América qué fue? ¿qué es? América fue inventada, tal como lo dice Edmundo O’gorman en su libro “La invención de América”.

Las cosas en este plano terrenal no son nada por sí mismas, la existencia de nuestro mundo -a la perspectiva de nuestra naturaleza humana- depende del significado y del nombre que le demos. Recordemos a Wittgenstein con su frase sobre el límite de nuestro lenguaje, es el límite de nuestro mundo.

Misma perspectiva que compartía el historiador Edmundo O'gorman y que retomó a Heidegger para demostrar su interpretación histórica de lo ocurrido el 12 de octubre de 1492 (recordemos que, incluso el propio Heidegger, pensaba lo mismo que Wittgenstein cuando dijo que el ser reside en el lenguaje). Pero lo que me compete a mí es partir de su capítulo sobre el horizonte cultural, queriendo manifestar mi entendimiento e interpretación (especulativamente hablando) del impacto ideológico al espíritu de la época que tuvo posteriormente el descubrimiento de un territorio que no figuraba en el imaginario latino cristiano de lo que hoy llamamos occidente.

América fue inventada, incluso dentro de sí misma, es decir, recordemos a los criollos letrados del siglo XVIII como Francisco Xavier Clavijero, que desde luego estaba formado con la carga teórica cristiana. En su “Historia Antigua de México”, específicamente en sus disertaciones, trata de buscar antropológicamente argumentos teológicos que expliquen cómo fue poblado el continente americano (para este momento de la historia ya no es anacrónico llamarlo así) corriendo a la comparación de algunas figuras bíblicas con algunas figuras mitológicas prehispánicas, tal es el caso de la figura de Babel con Votan, o de Noé con Coxcox o Tezpi.

No obstante, esta búsqueda de darle una explicación a este territorio deviene posteriormente de que se concientizara que Colón no llegó a Catay (China), a Cipango (Japón), a las indias, en resumen, a Asia. Colón partió del Puerto de Palos con el objetivo de llegar a ese lado del mundo que no había sido explorado desde una ruta diferente en la mar océano, trayendo consigo cartas firmadas por los reyes católicos para ser entregadas al preste Juan, un personaje mítico medieval que se creía habitaba al interior del ahora continente asiático, cuya figura era la cabeza de un reinado en dónde se había expandido el cristianismo (aspecto histórico que fue parcialmente verdadero con la presencia del nestorianismo) pero con el que no se había tenido contacto aún. Si bien como decía, poco tiempo después la mentalidad religiosa entró en crisis y por ende tuvo que verse modificada para que pudiera encajar con los dogmas cristianos (se especula incluso que el propio Colón supo que al llegar y ver dicho territorio, arribó a un lugar que no era para nada el que se pensaba, pero que calló hasta la tumba porque sabía que si hablaba lo que en realidad pensaba, podía ser procesado por el tribunal del santo oficio de la inquisición y tuvo que modificar partes de su diario de almirante

para no levantar sospechas) y que se entremezcló con la mentalidad -diríamos hoy- sensacionalista y romántica del espíritu aventurero; ese espíritu aventurero de encontrar y enfrentarse a criaturas fantásticas que figuraban en su memoria, tal es el caso de los llamados patagónicos que describieron Magallanes y Elcano en su viaje alrededor del mundo y que encontró al sur, siendo seres de gran altura y con grandes pies, o de encontrar grandes ciudades como Cíbola y Quivira, o la isla de Brasil (país que actualmente se llama así porque pensaron que habían encontrado aquella isla mítica del folklore irlandés), o el territorio de la California (que corrió la misma situación que Brasil, un territorio que las historias míticas describían como un lugar lleno de oro y que era gobernado por la reina Calafia, y que al haber encontrado los conquistadores la presencia del precioso metal, se creyó que se había llegado a la California), una prueba de que dichos territorios estuvieron sujetos a la interpretación del conquistador, y por ende su invención. Esta era la mentalidad que traían consigo los conquistadores, la misma mentalidad caballeresca que tenía don Quijote, o, en otras palabras, los conquistadores al partir de los puertos de Castilla eran unos quijotes.

Clavijero -como decía- cargaba esa misma visión de querer buscar razones que explicaran, visión que se originó en el continente eruocristiano, una visión de cuando Clavijero no era más que un chiquillo en los ojos de sus abuelos.

Esta cosmovisión, bien lo dice O'gorman en su capítulo, consideraba “al mundo como algo que no era del hombre y para el hombre, sino de Dios y para Dios, de manera que el hombre vivía en el mundo como un inquilino o siervo que habitaba una parcela que le había sido graciosamente concedida”

En hojas anteriores menciona también:

“los padres de la Iglesia, primero, y después los doctores y teólogos medievales sólo subrayaron en el hombre histórico la criatura caída de la gracia, no pudieron o no quisieron destacar aquella posibilidad suya de transformar el universo en mundo, para sólo entenderla como el merecido y duro castigo en que incurrió por la culpa original”

Un aspecto que considero empezó a cambiar gracias al descubrimiento de un nuevo territorio, y que se fusionó con un movimiento que para este momento ya se venía arrastrando y que más tarde en la historiografía se le llamaría "renacimiento". Puesto que, en el renacimiento, si recordamos al pensador Giovanni Pico della Mirandola, en su "Discurso sobre la dignidad del hombre" (Oratio de hominis dignitae) habla sobre la capacidad que tiene el hombre (entiéndase el contexto histórico en el que utiliza solamente la palabra "hombre" excluyendo la palabra “mujer”, para no caer en anacronismos) para transformar el mundo debido a su capacidad de albedrío (obviamente tuvo que leer a San Agustín, pero él le dio una nueva interpretación), es por eso que dista al hombre como un ser camaleónico.

Sin embargo, mientras más se avanza en la lectura de su discurso, no se separa de la idea de que somos sujetos a la voluntad divina de Dios, y que el ser humano debe seguir los mandatos del cielo y utilizar justamente su capacidad de libre albedrío, su característica camaleónica, para llevar a cabo la voluntad del Gran Arquitecto del Universo.

Es por eso que, pienso yo, al encontrarse este emprendedor europeo ante un nuevo territorio de oportunidades, se considera de forma intuitiva el poder ir más allá de sus capacidades conocidas, si desde una visión humanista hablamos.

El ser humano de este momento, podemos decir, se consideraba como un ser finito, por ende, su mundo también lo era. No obstante, al haber visto un lado de la tierra que no había sido pisado por ellos (y que con el tiempo comprendieron que era algo completamente nuevo) su concepción de sí mismos empezó a verse mutada; se empezaron, pienso yo, a concebir de cierta forma como alguien que siempre tenía la oportunidad de manifestar su existencia de diferentes maneras, por lo tanto, el mundo le parecía un campo lleno de posibilidades. Fue entonces que esto empecinó a que el ser humano de este momento se concibiera como un sujeto en posibilidad de ser y hacer.

Y más allá de poder ser, de poder hacer lo que fuera agradable al Dios cristiano y que la iglesia romana aprobara, de "llevar el mensaje de cristo a los confines de la tierra". Aspecto que posiblemente reforzó después a ese primer impulso que había manifestado el pensamiento humanista del renacimiento sobre el libre albedrío. Es por eso que O'Gorman dice en su capítulo sobre el horizonte cultural:

"mientras el hombre se conciba como algo ya hecho para siempre de acuerdo con un modelo previo e inalterable, tendrá que imaginar que su mundo tiene la misma inconmovible estructura o índole. Pero, a la inversa, si el hombre se concibe no ya como definitivamente hecho, sino como posibilidad de ser, el universo en que se encuentra no le parecerá límite infranqueable y realidad ajena, sino como un campo infinito de conquista para labrarse su mundo, producto de su esfuerzo, de su técnica y de su imaginación"

Este proceso de hacer y deshacer, siguiendo esa intención de querer y poder ser, conllevó a la manifestación de varios procesos como el mestizaje.

Antes de proseguir con esta idea del mestizaje, en una entrevista al historiador realizada por Teresa Rodríguez de Lecea se le cuestionó sobre la consideración que tenía José Gaos respecto a la esencia de américa de O’Gorman plasmada en su libro “Historia y Ontología”.

Argumentando que la esencia de este continente residía en ser “la nueva Europa” y si de alguna manera ese planteamiento influía en el libro del historiador, a lo que don Edmundo responde confirmando. Es en esta parte donde O’Gorman pone de manifiesto una cuestión relativa al ser de la calidad de sangre en el nuevo mundo, que es criollo y que es peninsular; fija su respuesta después en la figura del criollo, argumentando que ni es indio y ni es español y que la cuestión aquí es saber entonces, ¿qué es? A lo que responde que es el hombre de la América española.

Más adelante siguiendo con la misma cuestión hecha a partir de la afirmación de Gaos, dice que forma parte –aproximadamente- de sus tesis, de la idea de descubrimiento. Argumenta que partiendo de la antigua concepción tripartita del mundo, se contradice al descubrir una cuarta parte que no ha hablado y que se concibe como algo que no puede decir que es, sobre todo porque no está pegada a diferencia de esas tres partes del mundo concebidas desde los tiempos babilónico, y por tanto los europeos deciden prolongar el espíritu de su continente a este territorio, dejando en claro entonces a la entrevistadora que en dicho libro sobre el criollismo no hay matización alguna con la “nueva Europa” como esencia propia, no referencial. O’Gorman responde:

“Más que esencia, como distinción, lo que lo hace distinto. Por ejemplo, nosotros hablamos un español muy suave, muy bonito ¿verdad? La gente educada habla un español muy bonito, mejor que el español de España, me parece a mí. Entonces, la liga con la Nueva España, pues se llama Nueva España, que tiene con España una liga ontológica, evidentemente, pero supongo que lo que dije yo es que el criollismo es el producto visible, histórico de esa diferencia, que ni es indio, ni es español. Es la creación de un tipo de hombre, de una manera de hombre distinto. Y eso sí me parece clarísimo. Creo que contesto a su pregunta. No estoy seguro.”


Sobre esto, Enrique Dussel cuestiona a O’Gorman, tal como se expresa en la tesis "Deconstruyendo la Historiografía: Edmundo O'Gorman y La Invención de América”, de Miguel Ricardo Nava; diciendo que en O’Gorman lee al continente americano, no como la prolongación de Europa, sino como la invención de un “ser asiático”, que en efecto así fue en un principio, pero es aquí donde hago una observación. En dicha entrevista O'Gorman dice que américa es una prolongación de Europa, lo ejemplifica someramente con los nombres de algunos virreinatos, por ejemplo "nueva ESPAÑA". ¿Pero esa prolongación no se dio a partir de que se concientizó que se había llegado a una parte del mundo no se sabía existente en ese momento? La verdad no sé qué pensar. Si no delirio dándole rienda suelta a la loca de la casa, partiendo de una mala interpretación braudeliana, creo que Dussel piensa que la coyuntura -o en términos historiográfico braudelianos "el tiempo corto"- determinó para siempre "el tiempo largo" es decir, lo posterior. Pero en realidad una coyuntura no determina el porvenir histórico, no es una "causa y efecto" como mucha gente sigue pensando que es la historia, la concepción temporal en la historia se ve afectada también por lo que pueda venir (es por eso que la historia no es el estudio del pasado humano, sino el estudio del tiempo humano, pero ese es otro tema) la coyuntura es una parte importante en la historia, sí; mas no es lo que la determina, pero esta discusión Dussel-O'Gorman es aparte.

Ahora bien, volviendo al tema del mestizaje que se dio posteriormente, al saberse los europeos que no estaban solos, y que ante la intención de saber quiénes eran esos nuevos seres muy parecidos a ellos, frente al trato que se les estaba dando por no haber figurado en el plan divino que ellos conocían, se terminó por provocar un debate antropológico filosófico-teológico que en la historiografía se le denomina como la “Controversia de Valladolid” (que es otro tema que da para otra discusión y reflexión).


El mestizaje, no representó una mera hibridación biológica, representó una combinación -a grossomodo- de significados simbólico-culturales bajo una relación de poder y subordinación, y que dicha hibridación no se dio de forma horizontal como se piensa, sino más bien en forma de estratificación. El mestizaje representó el nacimiento de una subcultura (en un principio) entre dos epistemes diferentes, siendo la europea la dominante y la amerindia la sumisa, y que, en el caso de esta, el tener que mezclarse ante una episteme dominante, fue una respuesta de adaptación para poder culturalmente resistir, aunque esto significara la desaparición de su primera interpretación del mundo y de su identidad cultural pensada por ellos mismos. Esta tuvo que verse modificada bajo un nuevo enfoque de dicha hegemonía, es decir, esta forma de conocimiento de los naturales tuvo que reinventarse para su propia subsistencia.

Esta mezcla, tuvo efectos colaterales, en el caso del eurocristiano éste tuvo que redefinir (como ya lo expuse) quién era él en el plan divino al enterarse de la existencia de esta otredad; mientras que, para el natural, León-Portilla describe en su "Visión de los vencidos" que, en un principio, en el caso mexica, estos sí concibieron a los conquistadores como dioses, pero al saber de su reacción ante el oro y la matanza en Cholula, se les empezó a llamar "popolocas" (bárbaros).

El ser humano supo entonces que nunca había visto su rostro, sólo su reflejo, y ese espejo era el de una cara extraña, que al tener uno de ellos más ventaja sobre el otro, lo fue moldeando. A ese otro, el europeo lo inventó con el nombre de América.


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