Canibalismo y destrucción en el romance gótico


El amor ha sido una de las emociones humanas más exploradas en la literatura, especialmente en las corrientes góticas, donde los sentimientos y pasiones extremas a menudo se presentan como fuerzas que devoran y destruyen. En este contexto, el canibalismo se convierte en una poderosa metáfora que representa no solo el deseo insaciable de conexión, también el peligro inherente a la necesidad de consumir al ser amado.

Un ejemplo de esto es la obra Un hambre insaciable de Chelsea G. Summers, que nos ofrece una perspectiva única sobre esta idea, al entrelazar el canibalismo literal con una reflexión sobre el amor obsesivo, la posesión y la autodestrucción, utilizando el canibalismo como una figura simbólica que ilustra la dinámica destructiva de las relaciones humanas, en las que el amor se convierte en un acto de consumo físico y emocional. A través de los elementos del romance gótico, el amor no solo transforma, sino que devora al individuo, revelando las sombras que acechan en el deseo y la necesidad de consumir al otro como una forma de afirmación.

La idea del canibalismo como metáfora del amor se entiende como una forma simbólica de expresar la intensidad de las emociones humanas, llevándolas al límite de lo aceptable y racional. El acto de comer al otro simboliza el deseo de integración total; amar tanto a alguien que se busca una unión más allá de lo físico, trascendiendo la frontera entre cuerpos, una pasión devoradora y deseo sexual desmedido, lo que vincula el acto de consumir al ser amado con la intensidad física y emocional del erotismo, rompiendo tabúes para explorar el lado oscuro del amor. Esta idea conecta con la tradición del romance gótico, donde las relaciones están marcadas por intensidades emocionales que superan los límites de la racionalidad; amar a alguien es invitarlo a entrar, dejar que te atraviese la piel y viva en el lugar más vulnerable.

Así, la metáfora se vuelve visceral, el amor no solo toca el alma, sino que penetra el cuerpo, no busca equilibrar las relaciones, sino irritarlas hasta el punto en el que el amante se convierte en una figura consumidora que no solo siente hambre emocional, también física, lo que hace del acto de amar una experiencia voraz que elimina la individualidad del otro y lo transforma en objeto de consumo. Cuando amas a alguien, lo consumes lentamente: su tiempo, su energía, su cuerpo, pues el amor consumista, en este contexto, no se limita al cuerpo, abarca la identidad completa, borrando cualquier línea entre el amor y la posesión. Este acto de consumir al otro es, a su vez, un intento de llenar un vacío interno, una necesidad insaciable que nunca puede ser completamente satisfecha. En el romance gótico, un género literario caracterizado por su exploración de pasiones extremas, el misterio y la muerte, el amor se presenta a menudo como una fuerza destructiva que consume a los amantes, una idea que Chelsea G. Summers lleva a su conclusión más visceral, al combinar el romance con el acto literal de devorar, del amor destructivo que lleva consigo la amenaza constante de la aniquilación, tema recurrente en el romance gótico, donde la pasión y la muerte están inevitablemente entrelazadas. El amor es a menudo una experiencia situada entre la vida y la muerte, la pasión y la pérdida, pues este acto de devorar, presente en el género, refleja una búsqueda por poseer al otro, en un intento por mantenerlo eternamente cerca y suprimir la separación, pues aquí, el canibalismo funciona como una forma de apropiación absoluta del objeto de deseo en un contexto donde la devoción se confunde con control total, este amor consumista esta enraizado en el miedo a la pérdida, una necesidad tan imperiosa como la supervivencia misma. En este sentido, el amor en el romance gótico siempre conlleva un elemento de peligro, pues el género explora las relaciones dinámicas de poder donde la pasión y el control coexisten.

Modernizando los tropos del género, podemos combinar la seducción del peligro con una narrativa psicológica, donde la protagonista de Un hambre Insaciable encarna esa dualidad de amante y depredadora, víctima y perpetradora. La narrativa que ofrece comparte elementos con la tradición gótica que Guillermo del Toro exploró en La cumbre escarlata, donde las relaciones están marcadas por secretos oscuros y el amor se presenta como una fuerza tan destructiva como cautivadora. Ambas permiten cuestionar: ¿hasta dónde es capaz de llegar el amor antes de convertirse en algo monstruoso? Esta idea de devoción destructiva es propia de vínculos amorosos obsesivos que predominan en el romance gótico, donde la pasión a menudo se convierte en una fuerza que anula la identidad propia, no es solo afecto, también posesión absoluta teñida de violencia y tragedia.

El amor moderno está influido por la lógica del consumo, donde las emociones se comercializan y las relaciones se ven como bienes intercambiables, pero, el romance gótico, con su fascinación por los límites de la cordura y la moralidad, refleja cómo estas dinámicas de posesión y consumo pueden ser vistas como una amenaza para la identidad del individuo, el acto de devorar literaliza esta transacción emocional, llevándola al extremo de la autodestrucción, viviendo eternamente en la piel del ser amado, simbolizando la devoción, el deseo y la lucha interna entre la entrega y la autodestrucción.

El género gótico, con su predilección por el exceso emocional y la oscuridad moral, proporciona el escenario perfecto para examinar la relación entre amor y consumo, es el espacio donde los deseos reprimidos encuentran su expresión, a menudo de formas que desafían las normas sociales. En este marco, Un hambre insaciable puede leerse como una actualización contemporánea del romance gótico, donde los impulsos reprimidos del consumo y posesión se manifiestan en formas tangibles y perturbadoras.

La metáfora del canibalismo profundiza en la reflexión sobre la naturaleza destructiva y consumista de las relaciones humanas, en el centro de esta narrativa, encontramos un deseo de devoción absoluta, la necesidad de poseer y consumir al ser amado hasta su total aniquilación, un tema que resuena en las tradiciones del romance gótico y en las críticas contemporáneas al amor romántico como transacción emocional. El amor puede ser representado no solo como sentimiento sublime, también como una fuerza capaz de destruir, revelando dinámicas de poder, deseo y sacrificio que subyacen en las relaciones humanas. Se convierte en una exploración de los límites del deseo y la identidad, que consume desde adentro, que busca devorar al otro para hacerlo parte de uno mismo. Así, el canibalismo se convierte en una poderosa metáfora de la devoción que no se contenta con coexistir, sino que exige la total integración a costa de la destrucción.

Poema “Hambre”

Nací muerta
Nací con hambre
Con los colmillos punzantes
Buscando una piel que proclamar hogar
Escapando de la necesidad de devorar
Ignorando el hambre que araña mis tripas y ruge en mi estómago como un recordatorio de lo que siempre he sido
Un monstruo
El dolor mismo atado a la existencia
Mordiendo mi propia piel
Infringiendo dolor sobre mi carne
Mi propia soledad a orillas de un cuerpo que solo desea ser amado.
Solo desea ser anhelado
Así te suplico
Toma mi corazón
Tómalo y devóralo hasta saciar tu razón
Mastícalo te doy permiso
Succióname te suplico
Toma mis manos
Lame mis dedos
Devora mis huellas
Chupa mis huesos y sáciate de mi sangre
Consume mi piel
No dejes rastro de mi humanidad
Entonces no seré más humana que monstruo
No querré sentir
No querré comer
Así te suplico
Ámame con egoísmo
Consúmeme con devoción
Con misericordia
Con culpa
Mastica mis sueños
Escupe mis miedos
Clava tus dientes en mi cuello hasta succionarme la vida
Hazme saber que la duda es una ofensa
Hazme sentir que nunca había sido amada

-Dana Álvarez

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