NARCOCORRIDOS Y EL IDEAL DE LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA
Narcocorridos y el ideal de la sociedad contemporánea
Por: Ulises Cortés
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Cuando nosotros emitimos algún juicio en torno a los corridos pareciera que caemos en la vieja trampa de considerarlo simple y llanamente desde el punto de vista individual, esto es, desde el punto de vista de la conciencia moral; ocasionando que esta discusión se torne en la pregunta sobre si es bueno o malo escuchar este tipo de música; esta idea la podríamos enlazar con lo que Hegel denomina “moralidad”. Reducimos, de esta forma, la problemática a una simple discusión que apela a la conciencia moral de cada ser individual. El problema de esta situación es que no nos permite revelar la naturaleza social del problema, debido a que no se trata de un suceso fruto del azar o la contingencia; contrario a esto, los números de reproducciones y hasta nuestra preferencia particular da cuenta de la socialización del gusto. No podríamos defender la postura de que sólo las personas inconscientes consumen este tipo de productos, sino que observamos que hay una generalidad tan grande que no se podría tratar de un fenómeno causado por la pura ignorancia personal. Es, entonces, necesario plantear la situación desde el punto de vista de lo que Zizek llamará “el gran Otro”, esto es, desde la constitución misma del individuo a través de la sociedad, considerando que somos fruto de un contexto y que éste se encuentra en nosotros “más que nosotros mismos”. Este punto de partida teórico nos podría ayudar a comprender que el sujeto nunca es algo “independiente”, sino, solamente, un hijo de su tiempo y la sociedad que lo forma.
En la actualidad podemos observar que el acceso a los dispositivos digitales es un fenómeno cotidiano y familiar, de tal manera que nuestra vida no es sólo un desarrollarnos “afuera en la realidad”, sino que las redes sociales parecieran haber alcanzado un nivel más alto de realidad, volviéndose el entorno social por excelencia. En este sentido, no podemos ignorar que la realidad digital es, para el hombre contemporáneo, la sustancia de la vida en sí misma; lo que significa para éste no es sólo una mera apariencia, sino el contenido que él mismo tiene, su verdad. Las redes sociales nos han posibilitado el acceso a un mundo de apariencia, esto es, a un mundo que omite lo imperfecto de la cotidianidad y, en cambio, nos muestra como común aquello que es la excepción a toda regla. La riqueza, el lujo, el poder y la belleza se nos muestran día a día como algo que es poseído por la mayoría, cuando, en términos estadísticos, es el estilo de vida de una extremadamente limitada parte de la sociedad. El capitalismo, a través de estos ideales, asegura la persecución, cada vez más desesperada, del individuo moderno; puesto que el objeto de deseo no es algo extraño, de “una sola vez”, sino algo constante, algo que se presenta como deseable siempre y en todo lugar.
Contrario a esto, podemos no sólo encontrar una cara de este ideal inocente, aparentemente, sino que podemos develar su contraparte expresada en la violencia que esta exposición constante trae a las personas. La filósofa mexicana Sayak Valencia nos dice: “En la sociedad del hiperconsumo, la situación de precariedad económica no engendra solo a gran escala nuevas vivencias de privaciones materiales también propaga sufrimiento moral, la vergüenza de ser diferente, la autodepreciación de los individuos, una reflexividad negativa” (Valencia, 2016, pág. 71). Esto significa que la exposición constante a este ideal no sólo es una muestra “positiva” que el individuo pueda decidir no tomar, como algo bueno que se le está mostrando; muy por el contrario, el establecimiento de este tipo de narrativas pone como negatividad, como lo marginal y otro, aquello que no cae dentro del discurso predominante. Esta situación es violenta cuando pone, además, virtudes y valores unidos incondicionalmente con la riqueza; la meritocracia, bajo el sentido común, no sólo nos habla de lo moralmente positivo en las personas que han “logrado triunfar” en un sistema donde es imposible hacerlo, sino, y visto como algo simple, también atribuye características negativas a las clases más bajas. La pobreza, bajo esta idea, se relaciona con la ignorancia, la falta de astucia y la negativa al trabajo; esto no necesariamente tiene que ser un discurso explícito, sino que, tal como nos dice Zizek, el Otro opera en las normas implícitas no escritas, enn uestro actuar cotidiano; aunque, por otro lado, es importante mencionar que las privaciones materiales hacen que los individuos se enfrenten a la violencia física, a la injusticia y al crimen, lo que genera también esta reflexividad negativa. En el capitalismo, hablando en términos simbólicos, aquel que carece de riqueza es alguien que representa todo lo que no debería ser.
Sobre la violencia expuesta en los narcocorridos es importante mencionar que ésta se expresa debido a circunstancias sociales y económicas propias de la realidad mexicana, dado que sería un autoengaño pensar que, en nuestra sociedad actual, el poder de ejercer violencia contra otros no otorga estatus e inmunidad ante este sufrimiento moral que general la pobreza. La presencia de letras que tienden a la violencia como forma de conseguir estima social son comunes dentro de este movimiento musical, lo cual se debe a que se ve el ideal como un fin en sí mismo, haciendo que los medios no sean más que lo meramente accidental. En este punto, es importante recalcar la importancia del ideal, puesto que el sentido de la vida capitalista es la realización del desarrollo humano a través del consumo; aquel que no tiene este desarrollo vive sin sentido. Es por estos motivos que, aunque la violencia actual sea indefendible, es tomada en el arte como un signo de poder y realización personal; la conciencia moral está totalmente divorciada de la esfera de la dinámica social, la violencia ejercida se hace ejecuta fríamente como algo sin importancia, dado que se considera como una expresión de una voluntad ajena que actúa en nosotros.
Sobre este ideal presente en los corridos tumbados, podemos decir que, al igual que las narcoseries, propagan la idea de un paso de la pobreza a la riqueza, del no-ser al ser, y, a través de esta práctica, cumplen con las mismas narrativas capitalistas a las que ya estamos acostumbrados por novelas, películas o series. Estas narrativas no se muestran inalcanzables como en otros casos, sino que, en muchas ocasiones, hablan de la superación y el cambio de vida. Esta idea no es para nada nueva, como ya lo habíamos mencionado, sino que representa un cliché propio de las narrativas comerciales desde hace años con la figura del empresario, como un ser que, a través de la astucia, la inteligencia y el trabajo, obtiene todo lo que alguna vez soñó. En este sentido, el empresario y el narcotraficante no tienen diferencias en cuanto a sus simbolismos artísticos y en los modelos de los que se sirve el propio sistema para hacer que las personas persigan una meta que es irrealizable.
En este punto, es importante realizar el cuestionamiento sobre si, en realidad, los corridos tumbados son una anomalía dentro de la sociedad actual y representan un rompimiento con todos los cánones narrativos que se venían presentando. En este caso, podemos decir que los corridos tumbados representan solamente un estado nuevo de lo desarrollado anteriormente, dado que los simbolismos de fondo no cambian, sino que se mantienen coherentes con el ideal de la sociedad contemporánea. En cuestión de forma, podemos admitir que los corridos tumbados sí representan un rompimiento en cuanto a sus elementos fenoménicos; el corrido, en sí mismo, ya es un rompimiento, dado que, en tiempos anteriores, no pertenecía a la música más comercializada, cosa que hoy en día ha cambiado. Otro tema importante, que no se desarrollará a fondo en este texto, es el uso de elementos musicales relativos a estas culturas oprimidas; como es el caso del mismo género del corrido, la utilización de vestimenta relacionada con el campo y el uso de regionalismos. Aunque lo anterior podría parecer una contradicción, puesto que se ha dicho que el corrido intenta llegar al ideal; ciertamente, es necesario utilizar elementos propios de una cultura para asegurar la identificación de la población, de no ser así, este movimiento permanecería ajeno.
Debemos mencionar que en este texto no se aborda, como se mencionó en un principio, las consecuencias increíblemente negativas de este movimiento, sino, y tan sólo, las condiciones que posibilitan su recepción en la sociedad. Tampoco se debe de tomar este texto como una justificación del estado reciente de la sociedad, sino que, por el contrario, representa una crítica en un plano más profundo; la finalidad fue mostrar cómo este fenómeno no representa nada incompatible con el sistema y eso debería hacernos cuestionar más rigurosamente a este último. En este sentido, el sistema capitalista ha inventado toda una serie de narrativas que han contribuido a la sacralización de violencia y la idea de una vida de consumo perpetuo, dos cuestiones que tienen sus consecuencias en el estado reciente de la realidad en México. Finalmente, debemos de tomar en cuenta que la capacidad de conocer exageradamente también ha revolucionado nuestra capacidad de desear; los corridos tumbados son sólo una dimensión de este problema, el cual se ve reflejado en todas las dimensiones de la vida del ser humano contemporáneo.
Bibliografía:
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(1992) El sublime objeto de la ideología. Siglo XXI Editores. Ciudad de México, México.
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